Tenga a bien Su Majestad confirmar este edicto, y firmarlo, para que conforme a la ley de Media y de Persia, no pueda ser revocado.» El rey firmó el edicto y la prohibición. Y cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, abrió las ventanas de su alcoba que daban hacia Jerusalén, y tres veces al día se arrodillaba y oraba a su Dios, dándole gracias como acostumbraba hacerlo. Pero aquellos hombres se juntaron y hallaron a Daniel orando y rogando en presencia de su Dios
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