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Hechos 7:1-38

Hechos 7:1-38 RVC

El sumo sacerdote le preguntó: «¿Es verdad lo que se dice?» Y Esteban respondió: «Escúchenme, padres y hermanos: El Dios de la gloria se le apareció a nuestro padre Abrahán mucho tiempo antes de que este viviera en Jarán, cuando aún estaba en Mesopotamia, y le dijo: “Deja tu tierra y tu parentela, y ven a la tierra que te voy a mostrar.” Entonces Abrahán dejó la tierra de los caldeos y se fue a vivir en Jarán; y cuando murió su padre, Dios lo trajo a esta tierra, donde ustedes viven ahora. Y aunque no le dio siquiera un poco de terreno donde poner el pie, le prometió que esa tierra se la daría a su descendencia, a pesar de que él no tenía ningún hijo. También le dijo Dios que sus descendientes vivirían cuatrocientos años en otras tierras, como extranjeros, y que allí los esclavizarían y los tratarían muy mal. Pero añadió: “Yo juzgaré a la nación que los hará esclavos, y después de eso saldrán y me servirán en este lugar.” Luego le dio el pacto de la circuncisión. Y Abrahán fue padre de Isaac, y lo circuncidó al octavo día. El hijo de Isaac fue Jacob; y Jacob fue el padre de los doce patriarcas. Pero ellos, por envidia, vendieron a José, y él fue llevado a Egipto. Pero Dios estaba con él, así que lo libró de todos sus sufrimientos y le dio sabiduría para congraciarse ante el faraón, rey de Egipto, quien lo nombró gobernador de su país y de su casa. En ese tiempo se desató una hambruna en toda la tierra de Egipto y de Canaán, que trajo un gran sufrimiento. Y nuestros padres tampoco tenían qué comer. Pero cuando Jacob supo que en Egipto había trigo, mandó por primera vez a nuestros padres a comprarlo. La segunda vez, José les reveló a sus hermanos quién era él, y el faraón llegó a saber de dónde provenía José. Luego, José mandó que llevaran a Egipto a su padre Jacob y a toda su familia, que eran setenta y cinco personas. Así fue como Jacob llegó a Egipto, donde murió. Allí también murieron nuestros padres, pero luego sus restos fueron trasladados a Siquén y puestos en el sepulcro que Abrahán había comprado a los hijos de Jamor. »Cuando se fue acercando el tiempo de la promesa que Dios le hizo a Abrahán, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto, hasta que subió al trono otro rey, que no había conocido a José. Este rey fue astuto y cruel con nuestro pueblo; maltrató a nuestros padres para que murieran sus niños y no se propagaran. Por ese tiempo nació Moisés, niño que agradó a Dios. Durante tres meses lo criaron sus padres, pero cuando estaba en peligro de morir, la hija del faraón lo recogió y lo crio como a su propio hijo; lo educó en la sabiduría de los egipcios, y él llegó a tener poder por sus conocimientos y por lo que hacía. »Cuando Moisés cumplió cuarenta años, sintió deseos de visitar a sus hermanos israelitas. Así lo hizo. Pero al ver que un egipcio maltrataba a uno de ellos, hirió al egipcio para vengar el maltrato a su hermano. Moisés creía que los israelitas sabían que Dios los liberaría por medio de él; pero ellos no lo entendieron así. Al día siguiente, vio que unos de ellos reñían, y queriendo ponerlos en paz les dijo: “Ustedes son hermanos; ¿por qué se maltratan?” Pero uno de ellos le dijo: “¿Y quién te ha nombrado nuestro gobernador y juez? ¿Acaso quieres matarme, como lo hiciste ayer con el egipcio?” Al oír esto, Moisés huyó a la tierra de Madián, y allí vivió como extranjero, y se casó y tuvo dos hijos. »Después de cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, entre las llamas de una zarza que ardía. Moisés se quedó maravillado de esa visión, y se acercó para observar bien. Entonces oyó la voz del Señor, que le decía: “Yo soy el Dios de tus padres. Soy el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob.” Moisés temblaba de miedo y no se atrevía a mirar. Pero el Señor añadió: “Descálzate los pies, porque estás pisando un lugar sagrado. He estado viendo la aflicción que sufre mi pueblo en Egipto, y sé cómo gime. Por eso he venido a librarlos. Prepárate, porque voy a enviarte a Egipto.” »A este Moisés, a quien los israelitas rechazaron al preguntarle: “¿Quién te ha nombrado nuestro gobernador y juez?”, fue a quien Dios mismo envió como gobernador y libertador por medio del ángel que se le apareció en la zarza. Y Moisés liberó a los israelitas al realizar, durante cuarenta años, prodigios y señales en Egipto, en el Mar Rojo y en el desierto. Fue este mismo Moisés quien dijo a los israelitas: “Dios hará que surja entre los hermanos de ustedes un profeta, como me hizo surgir a mí.” Este es el mismo Moisés que estuvo en el desierto con todo el pueblo y con nuestros padres, y que en el monte Sinaí les comunicaba lo que el ángel le decía. Fue él quien recibió las palabras de vida que debía comunicarnos.

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