Como empezó a soplar una brisa del sur, les pareció que el viento era adecuado; entonces levaron anclas y se fueron siguiendo la costa de Creta. Pero al poco tiempo un viento huracanado, conocido como Euroclidón, dio contra la nave y la arrastró. Como no fue posible poner proa al viento, simplemente nos dejamos llevar por el viento. Luego de deslizarnos a sotavento de la isla llamada Cauda, con muchas dificultades pudimos recoger la lancha salvavidas, la cual fue subida a bordo y atada a la nave. Por temor a quedar varados en la arena, se arriaron las velas y la nave quedó a la deriva. Como éramos azotados por una furiosa tempestad, al siguiente día se comenzó a aligerar la nave de su carga, y al tercer día se arrojaron los aparejos de la nave. Durante muchos días no pudieron verse el sol ni las estrellas, y la fuerte tempestad nos seguía azotando, así que ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.
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