2 Timoteo 2:3-4

Las misiones han estado en el corazón del Padre Celestial desde el principio del tiempo. Él pone en sus hijos el deseo de discipular a las naciones para que alcancen el mundo, salgan y cuenten la buena nueva de su amor a otros en toda la Tierra. Para cumplir esta misión, Él también los equipa con el Espíritu Santo para los desafíos que enfrentarán cuando salgan con sus hermosos pies.

Explorar la fortaleza que Jesús proporciona nos sumerge en las raíces mismas de la fe cristiana. La fortaleza, como virtud esencial, encuentra su fundamento en las enseñanzas y el ejemplo viviente que Jesucristo enseñó durante su ministerio. A través de un análisis basado en las Sagradas Escrituras y la doctrina, indagaremos en la esencia de la fortaleza desentrañando cómo esta cualidad vigorizante robustece el camino espiritual.

Un soldado debe ser capacitado intelectual y físicamente, pasando pruebas rigurosas y manteniendo una estricta disciplina, con características como lealtad, fidelidad, valor y compromiso. Pablo le dice a Timoteo que un buen soldado de Jesús debe ser fuerte en la gracia de Jesucristo y discipular a otros. Al llegar a Cristo, seguimos disciplinas espirituales que forman nuestro carácter y nos preparan para enfrentar tribulaciones diarias, defendiendo el mensaje del Evangelio.

Los cristianos, impactados por Cristo y con la doctrina de los Apóstoles, tienen la gran responsabilidad y deber de compartir las buenas nuevas de la persona de Jesús. El texto se basa en 2 Timoteo 2:1-7 para ilustrar, con roles como soldado, atleta y labrador, cómo vivir y anunciar el Evangelio como hijos de Dios en la batalla, la carrera y los campos de la fe.