Tú, hijo mío, esfuérzate en la gracia que tenemos en Cristo Jesús.
Lo que has oído de mí ante muchos testigos, encárgaselo a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.
Tú, por tu parte, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.
Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.
Y tampoco el que lucha como atleta es coronado, si no lucha legítimamente.
El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero.
Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo.
Acuérdate de Jesucristo, del linaje de David, que resucitó de los muertos conforme a mi evangelio,
en el cual sufro penalidades, y hasta encarcelamientos, como si fuera yo un malhechor; pero la palabra de Dios no está presa.
Por eso todo lo soporto por causa de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna.
Esta palabra es fiel:
Si morimos con él, también viviremos con él;
si sufrimos, también reinaremos con él;
si lo negamos, también él nos negará.
Si somos infieles, él permanece fiel;
él no puede negarse a sí mismo.
Recuérdales esto, y exhórtalos ante el Señor a no contender acerca de palabras, que para nada aprovecha y que solo lleva a la perdición de los que escuchan.
Procura con diligencia presentarte ante Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que usa bien la palabra de verdad.
Pero evita las palabrerías vanas y profanas, porque más y más conducen a la impiedad
y su palabra carcome como gangrena; entre esa gente están Himeneo y Fileto,
que se desviaron de la verdad al decir que la resurrección ya se efectuó, con lo que trastornan la fe de algunos.
Pero el fundamento de Dios está firme, y tiene este sello: «El Señor conoce a los que son suyos»; y: «Que se aparte de la iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.»
En una casa grande hay no solo utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles.
Así que, quien se limpia de estas cosas será un instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra.
Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, junto con aquellos que con un corazón limpio invocan al Señor.
Pero desecha las cuestiones necias e insensatas; tú sabes que generan contiendas.
Y el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido;
que corrija con mansedumbre a los que se oponen, por si acaso Dios les concede arrepentirse para que conozcan la verdad
y escapen del lazo del diablo, en el cual se hallan cautivos y sujetos a su voluntad.