De ninguna manera se dejen engañar. Porque ese día no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, es decir, el hijo de perdición,
el cual se opone y se enfrenta a todo lo que se llama Dios o es objeto de culto. Llega al grado de sentarse en el templo de Dios y de ocupar su lugar, haciéndose pasar por Dios.
¿No se acuerdan de que, cuando yo estaba todavía con ustedes, les advertía esto?
Y ahora ustedes saben bien qué es lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste.
Porque el misterio de la iniquidad ya está en acción, solo que en este momento hay quien lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio.
Entonces se manifestará ese malvado, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca y destruirá con el resplandor de su venida.
La llegada de este malvado, que es obra de Satanás, vendrá acompañada de gran poder y de señales y prodigios engañosos,
y con toda falsedad e iniquidad para los que se pierden, por no haber querido recibir el amor de la verdad para ser salvados.
Por eso Dios les envía un poder engañoso, para que crean a la mentira,
a fin de que sean condenados todos los que, lejos de creer a la verdad, se deleitaron en la injusticia.
Pero nosotros siempre debemos dar gracias a Dios por ustedes, hermanos amados por el Señor, de que desde el principio Dios los haya escogido para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad.
A esto los llamó por medio de nuestro evangelio, para que alcanzaran la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
Por lo tanto, hermanos, manténganse firmes y retengan la doctrina que personalmente y por carta les hemos enseñado.
Que nuestro Señor Jesucristo mismo, y nuestro Dios y Padre, que nos amó y nos dio consuelo eterno y buena esperanza por gracia,
les infunda ánimo en el corazón y los confirme en toda buena palabra y obra.