Cuando David se enteró de que por causa del arca el Señor había bendecido a Obed Edom y a toda su familia, lleno de alegría llevó el arca a la ciudad de David. Apenas habían dado seis pasos los que llevaban el arca cuando David ofreció en sacrificio un buey y un carnero engordado. Ataviado con un efod de lino, David danzaba con todas sus fuerzas delante del Señor. Lo mismo hacía todo el pueblo de Israel que acompañaba el arca del Señor. Todo era júbilo y sonido de trompetas. Cuando el arca del Señor llegó a la ciudad de David, Mical, la hija de Saúl, estaba mirando por la ventana, y al ver a David saltar y danzar delante del Señor, sintió por él un profundo desprecio. El arca del Señor fue llevada a una tienda de campaña que David había ordenado levantar, y David ofreció al Señor sacrificios y ofrendas de reconciliación. Luego de ofrecer los sacrificios y las ofrendas de reconciliación, David bendijo al pueblo en el nombre del Señor de los ejércitos, y repartió entre el pueblo, hombres y mujeres, un pan, un trozo de carne y una torta de pasas. Después de eso, todo el pueblo se fue, cada uno a su casa. David se dirigió entonces a su casa, para bendecirla, pero Mical salió a recibirlo y le dijo: «¡Qué bien ha quedado el rey de Israel, al dejar al descubierto sus intimidades frente a las criadas de sus sirvientes! ¡Tal desfachatez solo es propia de un hombre cualquiera!»
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