Entonces Gad fue y le dijo: «Ve y edifica un altar al Señor en la era de Arauna el jebuseo.» David fue a cumplir lo que el Señor le había ordenado hacer por medio de Gad, y cuando Arauna vio que el rey y sus servidores se acercaban a él, salió de su casa y se inclinó ante el rey hasta tocar el suelo, y le preguntó: «¿A qué debe este siervo la visita de Su Majestad?» Y David le dijo: «Quiero comprar tu era, para edificar allí un altar al Señor y se detenga la mortandad entre el pueblo.» Arauna le respondió: «Tome Su Majestad lo que le parezca mejor. Yo le ofrezco los toros para el sacrificio, y como leña puede usar los trillos y los yugos de las yuntas. Todo lo que Su Majestad necesite, yo se lo doy.» Todavía añadió Arauna: «Que el Señor sea propicio a Su Majestad.» Pero el rey le respondió: «De ninguna manera. Yo te pagaré su precio. No voy a ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que no me cuesten nada.» Y David le compró la era y los toros por cincuenta monedas de plata, y construyó allí un altar al Señor, en el que ofreció holocaustos y ofrendas de paz. Y el Señor escuchó las súplicas del país, y detuvo la plaga en Israel.
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