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2 Pedro 2:10-22

2 Pedro 2:10-22 RVC

sobre todo a los que se dejan llevar por la depravada naturaleza humana, y andan en deseos impuros y en la inmundicia, con lo que desprecian la autoridad divina. Son atrevidos y arrogantes, y no tienen miedo de insultar a los poderes superiores. Los ángeles, en cambio, aunque son mayores en fuerza y en poder, no se atreven a insultarlos ni a condenarlos delante del Señor. Pero estos hablan mal de cosas que no entienden; son como animales irracionales, que nacieron para ser presa de la destrucción. Por eso, su propia destrucción los destruirá, y recibirán el castigo que merece su injusticia. Creen que el placer consiste en gozar de los deleites a plena luz del día. Son una vergüenza y una deshonra, pues mientras comen con ustedes se solazan en sus propios placeres. Su mirada está cargada de adulterio, no se cansan de pecar, seducen a los pusilánimes, su corazón está habituado a la codicia; ¡son hijos de maldición! Se han apartado del camino recto, se han extraviado por seguir el camino de Balaam hijo de Beor, que tanto amó el premio de la maldad que fue reprendido por su iniquidad; ¡una bestia de carga, que no podía hablar, habló con voz humana y puso un alto a la locura del profeta! Estos son fuentes sin agua, nubes que arrastra la tormenta, y para siempre les espera la más densa oscuridad. Cuando hablan, lo hacen con palabras arrogantes y vanas; mediante las pasiones humanas y el libertinaje seducen a los que habían comenzado a apartarse de los que viven en el error. Les prometen libertad, pero ellos mismos son esclavos de la corrupción, pues todo aquel que es vencido, se vuelve esclavo del que lo venció. Gracias al conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, habían logrado escapar de las contaminaciones del mundo, pero volvieron a enredarse en ellas y fueron vencidos, con lo que su estado final fue peor que el primero. Les hubiera sido mejor no haber conocido el camino de la justicia, que volverse atrás después de haber conocido y recibido el santo mandamiento. Pero en ellos se ha cumplido la verdad proverbial: «El perro vuelve a su vómito», y «la puerca recién lavada vuelve a revolcarse en el lodo.»