Más bien, siempre damos muestras de que somos ministros de Dios, con mucha paciencia en las tribulaciones, en las necesidades, en las angustias;
en los azotes, en las cárceles, en los tumultos, en los trabajos, en los desvelos, en los ayunos;
en la pureza, en el conocimiento, en la tolerancia, en la bondad, en el Espíritu Santo, en el amor sincero,
en la palabra de verdad, en el poder de Dios, con las armas justas, tanto para el ataque como para la defensa;
recibiendo honra y deshonra, mala fama y buena fama; se nos considera mentirosos, pero somos veraces;
desconocidos para unos, somos bien conocidos para otros; parecemos estar moribundos, pero seguimos con vida; se nos ve castigados, pero no muertos;
parecemos estar tristes, pero siempre estamos gozosos; parecemos pobres, pero enriquecemos a muchos; parecemos no tener nada, pero somos dueños de todo.