Entonces el rey Ezequías se levantó por la mañana y reunió a los principales de la ciudad, y subió al templo del Señor.
Allí Ezequías ordenó a los sacerdotes descendientes de Aarón que ofrecieran sobre el altar del Señor siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos, para la expiación del reino, del santuario y de Judá.
Los novillos fueron sacrificados, y los sacerdotes recogieron la sangre y la esparcieron sobre el altar; luego mataron los carneros y esparcieron la sangre sobre el altar, y lo mismo hicieron con los corderos.
Después acercaron al rey y a la multitud los machos cabríos para la expiación, y pusieron sobre ellos sus manos.
Los sacerdotes los mataron, y con la sangre de ellos hicieron la ofrenda de expiación sobre el altar para reconciliar a todo Israel, pues por todo Israel mandó el rey que se hicieran el holocausto y la expiación.
Ezequías también puso en el templo del Señor levitas con címbalos, salterios y arpas, en obediencia al mandamiento de David, de Gad, vidente del rey, y del profeta Natán, porque ese mandamiento procedía del Señor por medio de sus profetas.
Los levitas tenían los instrumentos de David, y los sacerdotes, las trompetas.
Entonces Ezequías ordenó ofrecer el holocausto en el altar; y cuando dio comienzo el holocausto, dio también comienzo el cántico del Señor, con las trompetas y los instrumentos del rey David de Israel.
Toda la multitud adoraba, los cantores cantaban, y los trompeteros hacían sonar las trompetas. Todo esto duró hasta que el holocausto se consumió.
Y cuando terminaron de ofrecer el holocausto, el rey se inclinó y adoró, y lo mismo hicieron todos los que estaban con él.
Entonces el rey Ezequías y los príncipes dijeron a los levitas que alabaran al Señor con las palabras de David y del vidente Asaf, y ellos alabaron con gran alegría, y se inclinaron y adoraron.
Entonces Ezequías dijo:
«Ahora ustedes se han consagrado al Señor. Acérquense, pues, y presenten sacrificios y alabanzas en el templo del Señor.»
La multitud presentó sacrificios y alabanzas, y todos los de corazón generoso ofrecieron holocaustos.
El número total de los holocaustos que ofreció la congregación fue de setenta bueyes, cien carneros y doscientos corderos, todo para el holocausto del Señor.
Las ofrendas fueron seiscientos bueyes y tres mil ovejas.
Pero los sacerdotes eran pocos, y no alcanzaban a desollar los holocaustos, así que sus parientes levitas los ayudaron hasta terminar la obra y hasta que los demás sacerdotes se santificaron. Y es que el corazón de los levitas fue más recto para santificarse que el de los sacerdotes.
Y así, hubo abundancia de holocaustos, con la grasa de las ofrendas de paz y las libaciones para cada holocausto, y el servicio del templo del Señor quedó restablecido.
Y Ezequías se regocijó con todo el pueblo de que Dios hubiera preparado al pueblo, porque todo fue hecho con rapidez.