Pero la piedad es una gran ganancia, cuando va acompañada de contentamiento;
porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar.
Así que, si tenemos sustento y abrigo, contentémonos con eso.
Los que quieren enriquecerse caen en la trampa de la tentación, y en muchas codicias necias y nocivas, que hunden a los hombres en la destrucción y la perdición;
porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual algunos, por codiciarlo, se extraviaron de la fe y acabaron por experimentar muchos dolores.
Pero tú, hombre de Dios, huye de estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia y la mansedumbre.
Presenta la buena batalla de la fe, aférrate a la vida eterna, a la cual también fuiste llamado cuando hiciste la buena profesión delante de muchos testigos.
Delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato, te mando
que mantengas el mandamiento inmaculado e irreprensible hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo,
la cual a su debido tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores,
el único que es inmortal y que habita en luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.
A los ricos de este siglo mándales que no sean altivos, ni pongan su esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
Mándales que hagan el bien, y que sean ricos en buenas obras, dadivosos y generosos;
que atesoren para sí mismos un buen fundamento para el futuro, que se aferren a la vida eterna.