Entonces Samuel tomó un frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl; luego lo besó y le dijo:
«El Señor te ha ungido para que seas el rey de su pueblo Israel.
Hoy, después de que nos despidamos, vas a encontrar a dos hombres junto al sepulcro de Raquel, en Selsa, en las tierras de Benjamín; ellos te dirán que ya fueron halladas las asnas que andas buscando, y que tu padre ya no está preocupado por las asnas sino por ustedes, pues no sabe qué les ha sucedido.
Sigue tu camino, y cuando llegues a la encina de Tabor te encontrarás con tres hombres que van a adorar a Dios en Betel; uno de ellos llevará tres cabritos; otro, tres tortas de pan; y el tercero, un odre de vino.
Después de saludarte, ellos te darán dos panes, y los debes aceptar.
Cuando llegues a la colina de Dios, donde está la guarnición de los filisteos, y luego de que entres en la ciudad, te encontrarás con un grupo de profetas que descienden del santuario que está en el cerro. Irán profetizando y tocando salterios, panderos, flautas y arpas.
En ese momento el espíritu del Señor vendrá sobre ti con su poder, y profetizarás con ellos, y el cambio en ti será notable pues actuarás como si fueras otro hombre.
Cuando sucedan estas señales, haz lo que te venga a la mano hacer, porque Dios está contigo.
Luego te adelantarás para llegar a Gilgal antes que yo; siete días después yo me reuniré contigo, y juntos iremos a ofrecer holocaustos y ofrendas de paz al Señor. Espérame hasta que yo llegue y te indique lo que debes hacer.»
En cuanto Saúl le dio la espalda a Samuel para irse, Dios le cambió todo su carácter, y ese mismo día sucedió todo lo que Samuel le había dicho.
Al llegar a la colina, vieron que el grupo de profetas venía al encuentro de Saúl. Entonces el espíritu de Dios vino sobre él con todo su poder, y Saúl comenzó a profetizar.
Y cuando todos los que lo conocían lo vieron profetizar junto con los otros profetas, se preguntaron los unos a los otros:
«¿Qué le pasa al hijo de Cis? ¿Acaso también él es profeta?»
Uno de ellos exclamó:
«¡Hoy día, cualquiera es profeta!»
Por eso es tan popular el dicho: «¿También Saúl anda entre los profetas?»
En cuanto Saúl llegó al santuario en el cerro dejó de profetizar.
Entonces uno de sus tíos les preguntó a Saúl y a su criado:
«¿Y ustedes, dónde andaban?»
Y Saúl le respondió:
«Anduvimos buscando las asnas perdidas, pero como no las encontrábamos, fuimos a consultar a Samuel.»
Y el tío de Saúl le dijo:
«Te ruego que me digas lo que les dijo Samuel.»
Y Saúl le respondió:
«Claramente nos dijo que las asnas ya habían sido halladas.»
Sin embargo, Saúl no le dijo nada de lo que Samuel le había dicho en cuanto al reino.