En fin, únanse todos en un mismo sentir; sean compasivos, misericordiosos y amigables; ámense fraternalmente
y no devuelvan mal por mal, ni maldición por maldición. Al contrario, bendigan, pues ustedes fueron llamados para recibir bendición.
Porque:
«El que quiera amar la vida
y llegar a ver días buenos,
debe refrenar su lengua del mal,
y sus labios no deben mentir.
Debe apartarse del mal y hacer el bien,
buscar la paz, y seguirla.
Porque los ojos del Señor están sobre los justos,
y sus oídos están atentos a sus oraciones;
pero el rostro del Señor está en contra de los que hacen el mal.»
¿Quién podrá hacerles daño, si ustedes siguen el bien?
¡Dichosos ustedes, si sufren por causa de la justicia! Así que no les tengan miedo, ni se asusten.
Al contrario, honren en su corazón a Cristo, como Señor, y manténganse siempre listos para defenderse, con mansedumbre y respeto, ante aquellos que les pidan explicarles la esperanza que hay en ustedes.
Tengan una buena conciencia, para que sean avergonzados aquellos que murmuran y dicen que ustedes son malhechores, y los calumnian por su buena conducta en Cristo.
Es mejor que ustedes sufran por hacer el bien, si Dios así lo quiere, que por hacer el mal.
Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. En el cuerpo, sufrió la muerte; pero en el espíritu fue vivificado;
en el espíritu también, fue y predicó a los espíritus encarcelados,
a los que en otro tiempo desobedecieron, en los días de Noé, cuando Dios esperaba con paciencia mientras se preparaba el arca, en la que unas cuantas personas, ocho en total, fueron salvadas por medio del agua.