Por lo tanto, desechen toda clase de maldad, todo engaño e hipocresía, envidias y toda clase de calumnia.
Busquen, como los niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por medio de ella crezcan y sean salvos,
si es que han probado ya la bondad del Señor.
Acérquense a él, a la piedra viva que los hombres desecharon, pero que para Dios es una piedra escogida y preciosa.
Y ustedes también, como piedras vivas, sean edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepte por medio de Jesucristo.
Por eso dice la Escritura:
«¡Miren! Yo pongo en Sión
la principal piedra angular, escogida y preciosa;
y el que crea en ella no será avergonzado.»
Para ustedes, los que creen, él es de gran valor; pero para los que no creen:
«La piedra que desecharon los edificadores
ha llegado a ser la piedra angular»,
y también:
«Una piedra de tropiezo,
y una roca que hace tropezar.»
Porque al ser desobedientes, ellos tropiezan en la palabra, para lo cual estaban ya destinados.
Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncien los hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.
Antes, ustedes no eran un pueblo; ¡pero ahora son el pueblo de Dios!; antes no habían sido compadecidos, pero ahora ya han sido compadecidos.
Amados hermanos, como si ustedes fueran extranjeros y peregrinos, les ruego que se aparten de los deseos pecaminosos que batallan contra el alma.
Mantengan una buena conducta entre los no creyentes para que, aunque los acusen de malhechores, al ver las buenas obras de ustedes glorifiquen a Dios el día que él nos visite.