A continuación, el rey y todo el pueblo de Israel ofrecieron sacrificios delante del Señor. Salomón ofreció al Señor, como sacrificios de reconciliación, veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas. Así fue como Salomón y los israelitas dedicaron el templo del Señor. Ese mismo día, Salomón consagró la parte central del atrio, frente al templo del Señor, porque allí ofreció los holocaustos, las ofrendas de cereales y la grasa de las ofrendas de reconciliación, pues en el altar de bronce que estaba delante del Señor no había espacio para los holocaustos ni para las ofrendas de cereales, ni para la grasa de los sacrificios de reconciliación. Ese día, y en presencia del Señor, Salomón y los israelitas hicieron fiesta, a la que asistió una multitud que venía desde la entrada de Jamat hasta el río de Egipto. Esa fiesta en honor al Señor se prolongó durante siete días más, y en total duró catorce días. Al octavo día, Salomón despidió al pueblo, y ellos bendijeron al rey; luego cada uno se fue a su ciudad, rebosando de gozo y alegría por todas las cosas buenas que el Señor había hecho a su siervo David y a su pueblo Israel.
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