Abías comenzó a reinar sobre Judá cuando Jeroboán hijo de Nabat llevaba dieciocho años de reinar sobre Israel,
y reinó en Jerusalén tres años. Su madre se llamaba Macá, y era hija de Abisalom.
Y Abías cometió todos los pecados en que incurrió su padre Roboán, y su corazón no le fue fiel al Señor, como lo había sido su antepasado David.
Pero Dios el Señor le concedió tener un sucesor en el trono de Jerusalén, ciudad a la que siguió sosteniendo por amor a su siervo David,
pues David vivió rectamente en la presencia del Señor y nunca en su vida desobedeció ninguno de sus mandatos, salvo lo que hizo con Urías el hitita.
Mientras Roboán y Jeroboán vivieron, estuvieron en constantes guerras,
y también Abías entró en guerra contra Jeroboán.
Todo los hechos de Abías se hallan registrados en el libro de las crónicas de los reyes de Judá.
Y Abías se reunió con sus antepasados y fue sepultado en la ciudad de David. En su lugar reinó su hijo Asa.
Asa comenzó a reinar sobre Judá cuando Jeroboán llevaba veinte años de reinar sobre Israel,
y reinó en Jerusalén cuarenta y un años. Su madre se llamaba Macá, y era hija de Abisalom.
Asa hizo lo recto a los ojos del Señor, como su antepasado David.
Desterró del país a los que practicaban la prostitución entre hombres en los templos paganos, y derribó todos los ídolos que sus antepasados habían hecho.
A Macá, su madre, le quitó el título de reina madre porque había hecho un ídolo de Asera, al cual destruyó y le prendió fuego junto al torrente de Cedrón.
Y aunque no se quitaron todos los altares de los montes, durante toda su vida Asa amó al Señor con todo su corazón.
Hizo que se llevara de nuevo al templo del Señor lo que su padre había consagrado, además del oro, la plata y las alhajas que él mismo dedicó.
También hubo guerra entre Asa y Basá, el rey de Israel, mientras ambos vivieron.
Basá se enfrentó contra el pueblo de Judá, y mandó fortificar las murallas de Ramá para que nadie pudiera entrar ni salir del reino de Asa.
Al ver esto, Asa tomó el oro y la plata que aún quedaban en los tesoros del templo del Señor, junto con los tesoros del palacio real, y los entregó a sus siervos con la orden de que fueran a Damasco, donde estaba el rey Ben Adad de Siria, hijo de Tabrimón y nieto de Hezión, y le dieran este mensaje:
«Te propongo que tú y yo hagamos una alianza, como la que hicieron tu padre y el mío. Aquí tienes un presente de oro y plata. Da por terminado el pacto que tienes con Basá, rey de Israel. Quiero que me deje en paz.»
Ben Adad estuvo de acuerdo con Asa, y ordenó a los comandantes de sus ejércitos que atacaran las ciudades de Israel. Así conquistó Iyón, Dan, Abel Betmacá, y todo el territorio de Cineret y de Neftalí.
Y cuando Basá supo esto, dejó de edificar la muralla de Ramá y se quedó en Tirsa.
Entonces Asa convocó a todo el pueblo de Judá, sin excluir a nadie, y fueron a Ramá para quitar las piedras y la madera con las que Basá estaba construyendo, y con ese material el rey Asa reconstruyó Geba de Benjamín y Mispá.
Los hechos de Asa, y el poder que tuvo y las ciudades que edificó, se hallan registrados en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. Cuando Asa envejeció, se enfermó de los pies
y fue a reunirse con sus antepasados y fue sepultado con ellos en la ciudad de David. En su lugar reinó su hijo Josafat.