Ustedes ya están satisfechos. Ya son ricos, y aun sin nosotros reinan. ¡Pues cómo quisiera yo que reinaran, para que también nosotros reináramos juntamente con ustedes! Lo que creo es que Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como si fuéramos lo último, ¡como si estuviéramos sentenciados a muerte! Hemos llegado a ser el hazmerreír del mundo, de los ángeles y de los hombres. Por amor a Cristo, nosotros somos los insensatos, y ustedes los prudentes en Cristo; nosotros somos los débiles, y ustedes los fuertes; ustedes son respetados, y a nosotros se nos desprecia. Hasta el momento pasamos hambre, tenemos sed, andamos desnudos, nos abofetean, y no tenemos dónde vivir. Trabajamos hasta el cansancio con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; nos persiguen, y soportamos la persecución; nos difaman, y no nos ofendemos. Hemos llegado a ser como la escoria del mundo, como el desecho de todos. No escribo esto para avergonzarlos, sino para amonestarlos como a mis hijos amados. Porque aunque ustedes tengan diez mil instructores en Cristo, no tienen muchos padres, pues en Cristo Jesús yo los engendré por medio del evangelio. Por tanto, les ruego que me imiten. Por eso les he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual les recordará mi modo de ser en Cristo, tal y como enseño en todas partes y en todas las iglesias.
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