no endurezcan sus corazones, como en Meribá, como aquel día en Masá, en el desierto, cuando sus antepasados me tentaron, cuando me pusieron a prueba, a pesar de haber visto mis obras. Cuarenta años estuve enojado con aquella generación y dije: «Son un pueblo que siempre se aleja de mí, que no reconoce mis caminos». Así que, en mi enojo, hice este juramento: «Jamás entrarán en mi reposo».
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