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Salmo 69:1-36

Salmo 69:1-36 NVI

¡Sálvame, Dios mío, porque las aguas ya me llegan al cuello! Me estoy hundiendo en un pantano profundo y no tengo dónde apoyar el pie. Estoy en medio de profundas aguas y me arrastra la corriente. Cansado estoy de pedir ayuda; tengo reseca la garganta. Mis ojos languidecen, esperando la ayuda de mi Dios. Más que los cabellos de mi cabeza son los que me odian sin motivo; muchos son los enemigos gratuitos que se han propuesto destruirme. ¿Cómo voy a devolver lo que no he robado? Oh Dios, tú sabes lo insensato que he sido; no te puedo esconder mis culpas. SEÑOR Soberano de los Ejércitos, que no sean avergonzados por mi culpa los que en ti esperan; oh Dios de Israel, que no sean humillados por mi culpa los que te buscan. Por ti yo he sufrido insultos; mi rostro se ha cubierto de vergüenza. Soy como un extraño para mis hermanos; soy un extranjero para los hijos de mi madre. El celo por tu casa me consume; sobre mí han recaído las burlas de los que te insultan. Cuando lloro y ayuno, tengo que soportar sus insultos; cuando me visto de luto, soy objeto de burlas. Los que se sientan a la puerta murmuran contra mí; los borrachos me dedican parodias. Pero yo, SEÑOR, elevo a ti una oración en el tiempo de tu buena voluntad. Por tu gran amor, oh Dios, respóndeme; por tu fidelidad, sálvame. Sácame del lodo; no permitas que me hunda. Líbrame de los que me odian y de las aguas profundas. No dejes que me arrastre la corriente; no permitas que me trague el abismo ni que el foso cierre sus fauces sobre mí. Respóndeme, SEÑOR, por tu bondad y tu gran amor; por tu inmensa misericordia, vuélvete hacia mí. No escondas tu rostro de este siervo tuyo; respóndeme pronto, que estoy angustiado. Ven a mi lado y rescátame; redímeme, por causa de mis enemigos. Tú bien sabes cómo me insultan, me avergüenzan y denigran; sabes quiénes son mis adversarios. Los insultos me han destrozado el corazón; para mí ya no hay remedio. Esperé compasión y no la hubo; busqué consuelo y no lo hallé. En mi comida pusieron hiel; para calmar mi sed me dieron vinagre. Que se conviertan en trampa sus banquetes y su prosperidad, en lazo. Que se les nublen los ojos para que no vean y que se encorven sus espaldas para siempre. Descarga tu furia sobre ellos; que tu ardiente ira los alcance. Que su campamento quede desierto y que nadie habite sus tiendas de campaña. Pues al que has afligido lo persiguen y se burlan del dolor del que has herido. Añade a sus pecados más pecados; no los hagas partícipes de tu salvación. Que sean borrados del libro de la vida; que no queden inscritos con los justos. Y a mí, que estoy pobre y adolorido, que me proteja, Dios mío, tu salvación. Con cánticos alabaré el nombre de Dios; con acción de gracias lo exaltaré. Esa ofrenda agradará más al SEÑOR que la de un toro o un novillo con sus cuernos y pezuñas. Los pobres verán esto y se alegrarán; ¡reanímense ustedes, los que buscan a Dios! Porque el SEÑOR oye a los necesitados y no desprecia a su pueblo cautivo. Que lo alaben los cielos y la tierra, los mares y todo lo que se mueve en ellos, porque Dios salvará a Sión y reconstruirá las ciudades de Judá. Allí se establecerá el pueblo y tomará posesión de la tierra. La heredarán los hijos de sus siervos; la habitarán los que aman su nombre.