Dios mío, Dios de mi salvación, líbrame de derramar sangre y mi lengua alabará tu justicia. Abre, Señor, mis labios y mi boca proclamará tu alabanza. Tú no te deleitas en los sacrificios ni te complacen los holocaustos; de lo contrario, te los ofrecería. El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido.
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