Dichoso el que piensa en el débil; el SEÑOR lo librará en el día de la desgracia. El SEÑOR lo protegerá y lo mantendrá con vida; lo hará dichoso en la tierra y no lo entregará al capricho de sus enemigos. El SEÑOR lo sostendrá en el lecho del dolor; cuando caiga enfermo lo restaurará. Yo he dicho: «SEÑOR, ten piedad de mí; sáname, pues contra ti he pecado». Mis enemigos hablan males contra mí: «¿Cuándo morirá? ¿Cuándo su nombre pasará al olvido?». Si alguno viene a verme, me dice mentiras; su corazón acumula maldad y luego al salir lo cuenta. Todos mis enemigos se juntan y murmuran contra mí; me hacen responsable de mi mal. Dicen: «Le ha afligido un mal devastador; de esa cama no volverá a levantarse». Hasta mi amigo cercano, en quien yo confiaba y que compartía el pan conmigo, se ha vuelto contra mí. Pero tú, SEÑOR, ten piedad de mí; haz que vuelva a levantarme para darles su merecido. En esto conozco que te he agradado: en que mi enemigo no triunfe sobre mí. Por mi integridad me sostienes y en tu presencia me mantendrás para siempre. Bendito sea el SEÑOR, el Dios de Israel, por los siglos de los siglos. Amén y amén.
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