SEÑOR, no me reprendas en tu enojo ni me castigues en tu ira. Porque tus flechas me han atravesado y sobre mí ha caído tu mano. Por causa de tu indignación no hay nada sano en mi cuerpo; por causa de mi pecado no me quedan huesos sanos. Mis maldades me abruman, son una carga demasiado pesada para mí.
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