Bendito sea el SEÑOR, mi Roca, que adiestra mis manos para la guerra, mis dedos para la batalla. Él es mi Dios amoroso, mi amparo, mi más alto escondite, mi libertador, mi escudo, en quien me refugio. Él es quien pone los pueblos a mis pies. SEÑOR, ¿qué es el ser humano para que lo cuides? ¿Qué es el simple mortal para que en él pienses? Todo ser humano es como un suspiro; sus días son fugaces como una sombra. Abre tus cielos, SEÑOR, y desciende; toca los montes y haz que echen humo. Lanza relámpagos y dispersa al enemigo; dispara tus flechas y confúndelos. Extiende tu mano desde las alturas y sálvame de las aguas tumultuosas; líbrame del poder de gente extraña. Cuando abren la boca, dicen mentiras; cuando levantan su diestra, juran con falsedad.
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