Hijo mío, si has salido fiador de tu vecino, si has hecho tratos para responder por un extraño, si te has comprometido verbalmente, enredándote con tus propias palabras, entonces has caído en manos de tu prójimo. Si quieres librarte, hijo mío, este es el camino: Ve corriendo y humíllate ante él; procura deshacer tu compromiso. No permitas que se duerman tus ojos; no dejes que tus párpados se cierren. Líbrate, como se libra del cazador la gacela, como se libra de la trampa el ave. ¡Anda, perezoso, fíjate en la hormiga! ¡Fíjate en lo que hace y adquiere sabiduría! No tiene quien la mande ni quien la vigile ni gobierne; con todo, en el verano almacena provisiones y durante la cosecha recoge alimentos. Perezoso, ¿cuánto tiempo más seguirás acostado? ¿Cuándo despertarás de tu sueño? Un corto sueño, una breve siesta, un pequeño descanso, cruzado de brazos… ¡y te asaltará la pobreza como un bandido, y la escasez como un hombre armado! El perverso y el malvado, el vagabundo de boca corrupta, hace guiños con los ojos y señas con los pies y con los dedos. Él trama el mal en su corazón y siempre anda provocando pleitos. Por eso le sobrevendrá la ruina; ¡de repente será destruido y no podrá evitarlo! Hay seis cosas que el SEÑOR aborrece y siete que le son detestables: los ojos que se enaltecen, la lengua que miente, las manos que derraman sangre inocente, el corazón que trama planes perversos, los pies que corren a hacer lo malo, el testigo falso que propaga mentiras y el que siembra discordia entre hermanos.
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