Cuando te sientes a comer con un gobernante, fíjate bien en lo que tienes ante ti. Si eres dado a la glotonería, domina tu apetito. No codicies sus manjares, pues tal comida no es más que un engaño. No te afanes acumulando riquezas; no te obsesiones con ellas. ¿Acaso has podido verlas? ¡No existen! Es como si les salieran alas, pues se van volando como las águilas. No te sientes a la mesa de un tacaño ni codicies sus manjares, pues él solo piensa en los gastos. «Come y bebe», te dirá, pero no te lo dirá de corazón. Acabarás vomitando lo que hayas comido y tus cumplidos no habrán servido de nada. A oídos del necio jamás dirijas palabra, pues se burlará de tus sabios consejos. No cambies de lugar los linderos antiguos ni invadas la propiedad de los huérfanos, porque su Redentor es muy poderoso y contra ti defenderá su causa. Trae disciplina a tu corazón y conocimiento a tus oídos. No dejes de disciplinar al joven; si lo castigas con vara, no se morirá. Castígalo con vara y así lo librarás de la muerte. Hijo mío, si tu corazón es sabio, también mi corazón se regocijará; en lo íntimo de mi ser me alegraré cuando tus labios hablen con rectitud. No envidies en tu corazón a los pecadores; más bien, muéstrate siempre celoso en el temor del SEÑOR. Cuentas con una esperanza futura, la cual no será destruida.
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