Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, que había tenido una enfermedad en su piel, se acercó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy caro, y lo derramó sobre la cabeza de Jesús mientras él estaba sentado a la mesa. Al ver esto, los discípulos se indignaron. —¿Para qué este desperdicio? —dijeron—. Podía haberse vendido este perfume por mucho dinero para dárselo a los pobres. Consciente de ello, Jesús dijo: —¿Por qué molestan a esta mujer? Ella ha hecho una obra hermosa conmigo. A los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no me van a tener siempre. Al derramar ella este perfume sobre mi cuerpo, lo hizo a fin de prepararme para la sepultura. Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique este evangelio, se contará también, en memoria de esta mujer, lo que ella hizo.
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