Me ha quitado la paz; ya no recuerdo lo que es la dicha. Y digo: «Me he quedado sin fuerzas y sin esperanza en el SEÑOR». Recuerda que estoy afligido y ando errante, que estoy saturado de hiel y amargura. Recuerdo esto bien y por eso me deprimo. Pero algo más me viene a la memoria, lo cual me llena de esperanza: Por el gran amor del SEÑOR no hemos sido consumidos y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad! Me digo a mí mismo: «El SEÑOR es mi herencia. ¡En él esperaré!». Bueno es el SEÑOR con quienes esperan en él, con todos los que lo buscan. Bueno es esperar calladamente la salvación del SEÑOR.
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