La palabra del SEÑOR acerca de Babilonia, el país de los babilonios, vino al profeta Jeremías: «¡Anuncien y proclamen entre las naciones! ¡Proclámenlo, levanten un estandarte! No oculten nada, sino digan: “¡Babilonia será conquistada! ¡Bel quedará en vergüenza! ¡Marduc quedará aterrado! ¡Sus imágenes quedan humilladas y sus ídolos, aterrados!”. Porque la ataca una nación del norte, que dejará su tierra desolada. Las personas y los animales saldrán huyendo y no habrá nadie que la habite. »En aquellos días, en aquel tiempo, la gente de Israel y de Judá irá llorando en busca del SEÑOR su Dios», afirma el SEÑOR. «Preguntarán por el camino a Sión y hacia allá se encaminarán. Vendrán y se aferrarán al SEÑOR en un pacto eterno, que ya no olvidarán. »Mi pueblo ha sido como un rebaño perdido; sus pastores lo han descarriado, lo han hecho vagar por las montañas. Ha ido de colina en colina y se ha olvidado de su redil. Todos los que lo encuentran lo devoran. “No somos culpables —decían sus enemigos—, porque ellos pecaron contra el SEÑOR; ¡él es pastizal de justicia, esperanza de sus antepasados!”. »¡Huyan de Babilonia; abandonen el país de los babilonios! Sean como los machos cabríos que guían al rebaño. Porque yo movilizo contra Babilonia una alianza de grandes naciones del norte. Se alistarán contra ella y desde el norte será conquistada. Sus flechas son como expertos guerreros que no vuelven con las manos vacías. Babilonia será saqueada, y todos sus saqueadores se saciarán», afirma el SEÑOR.
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