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Jeremías 24:1-8

Jeremías 24:1-8 NVI

Después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó de Jerusalén a Jeconías, hijo de Joacim y rey de Judá, junto con los oficiales de Judá, los artesanos y herreros, el SEÑOR me mostró dos canastas de higos colocadas frente al Templo del SEÑOR. Una de ellas tenía higos muy buenos, como los que maduran primero; la otra tenía higos muy malos, tan malos que no se podían comer. Entonces el SEÑOR me preguntó: «¿Qué ves, Jeremías?». Yo respondí: «Veo higos. Unos están muy buenos, pero otros están tan malos que no se pueden comer». La palabra del SEÑOR vino a mí y me dijo: «Así dice el SEÑOR, el Dios de Israel: “A los deportados de Judá, que envié de este lugar a la tierra de los babilonios, los consideraré como a estos higos buenos. Los miraré favorablemente y los haré volver a esta tierra. Los edificaré y no los derribaré, los plantaré y no los arrancaré. Les daré un corazón para que me conozcan, pues yo soy el SEÑOR. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón. »”Pero a Sedequías, rey de Judá, a sus oficiales y a los sobrevivientes de Jerusalén —lo mismo a los que se quedaron en esta tierra como a los que viven en Egipto—, los trataré como a los higos malos, que de tan malos no se pueden comer”, afirma el SEÑOR.

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