«¡Levántate y resplandece que tu luz ha llegado!
¡La gloria del SEÑOR brilla sobre ti!
Mira, las tinieblas cubren la tierra
y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos.
Pero la aurora del SEÑOR brillará sobre ti;
¡sobre ti se manifestará su gloria!
Las naciones serán guiadas por tu luz,
y los reyes, por tu amanecer esplendoroso.
»Alza los ojos, mira a tu alrededor:
todos se reúnen y acuden a ti.
Tus hijos llegan desde lejos;
a tus hijas las traen en brazos.
Verás esto y te pondrás radiante de alegría;
vibrará tu corazón y se henchirá de gozo;
porque te traerán los tesoros del mar,
y te llegarán las riquezas de las naciones.
Te llenarás con caravanas de camellos,
con dromedarios de Madián y de Efá.
Vendrán todos los de Sabá,
cargando oro e incienso
y proclamando las alabanzas del SEÑOR.
En ti se reunirán todos los rebaños de Cedar,
te servirán los carneros de Nebayot;
subirán como ofrendas agradables sobre mi altar,
y yo embelleceré mi Templo glorioso.
»¿Quiénes son los que pasan como nubes
y como palomas rumbo a su palomar?
En mí esperarán las costas lejanas,
a la cabeza vendrán los barcos de Tarsis
trayendo de lejos a tus hijos
y, con ellos, su plata y su oro,
para la honra del SEÑOR tu Dios,
el Santo de Israel,
porque él te ha llenado de gloria.
»Los extranjeros reconstruirán tus muros,
y sus reyes te servirán.
Aunque en mi furor te castigué,
por mi bondad tendré compasión de ti.
Tus puertas estarán siempre abiertas;
ni de día ni de noche se cerrarán.
Te traerán las riquezas de las naciones;
ante ti desfilarán sus reyes.
La nación o el reino que no te sirva perecerá;
quedarán arruinados por completo.
»Te llegará la gloria del Líbano,
con los cipreses, junto a los pinos y los abetos,
para embellecer el lugar de mi santuario.
Glorificaré el lugar donde reposan mis pies.
Ante ti vendrán a inclinarse los hijos de tus opresores;
todos los que te desprecian se postrarán a tus pies,
y te llamarán “Ciudad del SEÑOR”,
“Sión del Santo de Israel”.
»Aunque fuiste abandonada y aborrecida,
y nadie transitaba por tus calles,
haré de ti el orgullo eterno
y la alegría de todas las generaciones.
Te alimentarás con la leche de las naciones,
con la riqueza de los reyes serás amamantada.
Sabrás entonces que yo, el SEÑOR, soy tu Salvador;
que yo, el Poderoso de Jacob, soy tu Redentor.
En vez de bronce te traeré oro;
en lugar de hierro, plata.
En vez de madera te traeré bronce,
y en lugar de piedras, hierro.
Haré que la paz te gobierne
y que la justicia te rija.
Ya no se sabrá de violencia en tu tierra
ni de ruina y destrucción en tus fronteras,
sino que llamarás a tus muros “Salvación”,
y a tus puertas, “Alabanza”.
Ya no será el sol tu luz durante el día
ni con su resplandor te alumbrará la luna,
porque el SEÑOR será tu luz eterna;
tu Dios será tu gloria.
Tu sol no volverá a ponerse
ni menguará tu luna;
será el SEÑOR tu luz eterna
y llegarán a su fin tus días de duelo.