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Isaías 60:1-20

Isaías 60:1-20 NVI

«¡Levántate y resplandece que tu luz ha llegado! ¡La gloria del SEÑOR brilla sobre ti! Mira, las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos. Pero la aurora del SEÑOR brillará sobre ti; ¡sobre ti se manifestará su gloria! Las naciones serán guiadas por tu luz, y los reyes, por tu amanecer esplendoroso. »Alza los ojos, mira a tu alrededor: todos se reúnen y acuden a ti. Tus hijos llegan desde lejos; a tus hijas las traen en brazos. Verás esto y te pondrás radiante de alegría; vibrará tu corazón y se henchirá de gozo; porque te traerán los tesoros del mar, y te llegarán las riquezas de las naciones. Te llenarás con caravanas de camellos, con dromedarios de Madián y de Efá. Vendrán todos los de Sabá, cargando oro e incienso y proclamando las alabanzas del SEÑOR. En ti se reunirán todos los rebaños de Cedar, te servirán los carneros de Nebayot; subirán como ofrendas agradables sobre mi altar, y yo embelleceré mi Templo glorioso. »¿Quiénes son los que pasan como nubes y como palomas rumbo a su palomar? En mí esperarán las costas lejanas, a la cabeza vendrán los barcos de Tarsis trayendo de lejos a tus hijos y, con ellos, su plata y su oro, para la honra del SEÑOR tu Dios, el Santo de Israel, porque él te ha llenado de gloria. »Los extranjeros reconstruirán tus muros, y sus reyes te servirán. Aunque en mi furor te castigué, por mi bondad tendré compasión de ti. Tus puertas estarán siempre abiertas; ni de día ni de noche se cerrarán. Te traerán las riquezas de las naciones; ante ti desfilarán sus reyes. La nación o el reino que no te sirva perecerá; quedarán arruinados por completo. »Te llegará la gloria del Líbano, con los cipreses, junto a los pinos y los abetos, para embellecer el lugar de mi santuario. Glorificaré el lugar donde reposan mis pies. Ante ti vendrán a inclinarse los hijos de tus opresores; todos los que te desprecian se postrarán a tus pies, y te llamarán “Ciudad del SEÑOR”, “Sión del Santo de Israel”. »Aunque fuiste abandonada y aborrecida, y nadie transitaba por tus calles, haré de ti el orgullo eterno y la alegría de todas las generaciones. Te alimentarás con la leche de las naciones, con la riqueza de los reyes serás amamantada. Sabrás entonces que yo, el SEÑOR, soy tu Salvador; que yo, el Poderoso de Jacob, soy tu Redentor. En vez de bronce te traeré oro; en lugar de hierro, plata. En vez de madera te traeré bronce, y en lugar de piedras, hierro. Haré que la paz te gobierne y que la justicia te rija. Ya no se sabrá de violencia en tu tierra ni de ruina y destrucción en tus fronteras, sino que llamarás a tus muros “Salvación”, y a tus puertas, “Alabanza”. Ya no será el sol tu luz durante el día ni con su resplandor te alumbrará la luna, porque el SEÑOR será tu luz eterna; tu Dios será tu gloria. Tu sol no volverá a ponerse ni menguará tu luna; será el SEÑOR tu luz eterna y llegarán a su fin tus días de duelo.

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