Entonces Isaías, hijo de Amoz, envió este mensaje a Ezequías:
«Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: Por cuanto me has rogado respecto a Senaquerib, rey de Asiria, esta es la palabra que yo, el SEÑOR, he pronunciado contra él:
»La virginal hija de Sión
te desprecia y se burla de ti.
La hija de Jerusalén
menea la cabeza al verte huir.
¿A quién has insultado?
¿Contra quién has blasfemado?
¿Contra quién has alzado la voz
y levantado los ojos con orgullo?
¡Contra el Santo de Israel!
Has enviado a tus siervos
a insultar al Señor, diciendo:
“Con mis numerosos carros de combate
escalé las cumbres de las montañas,
las laderas del Líbano.
Talé sus cedros más altos,
sus cipreses más selectos.
Alcancé sus cumbres más lejanas
y sus bosques más frondosos.
Cavé pozos en tierras extranjeras
y en esas aguas apagué mi sed.
Con las plantas de mis pies
sequé todos los ríos de Egipto”.
»¿No te has dado cuenta?
Hace mucho tiempo que lo he preparado.
Desde tiempo atrás lo vengo planeando
y ahora lo he llevado a cabo;
por eso tú has dejado en ruinas
a las ciudades fortificadas.
Sus habitantes, impotentes,
están desalentados y avergonzados.
Son como plantas en el campo,
como tiernos pastos verdes,
como hierba que brota sobre el techo
y que se quema antes de crecer.
»Yo sé bien cuándo te sientas,
cuándo sales, cuándo entras
y cuánto ruges contra mí.
Porque has rugido contra mí
y tu insolencia ha llegado a mis oídos,
te pondré una argolla en la nariz
y un freno en la boca.
Además, por el mismo camino por donde viniste
te haré regresar.
»Esta será la señal para ti, Ezequías:
»Este año comerán lo que crezca por sí solo,
y el segundo año lo que de allí brote.
Pero al tercer año sembrarán y cosecharán,
plantarán viñas y comerán su fruto.
Una vez más los sobrevivientes de la tribu de Judá
echarán raíces abajo y, arriba, darán fruto.
Porque de Jerusalén saldrá un remanente,
del monte Sión un grupo de sobrevivientes.
Esto lo hará mi celo,
celo del SEÑOR de los Ejércitos.
»Yo, el SEÑOR, declaro esto acerca del rey de Asiria:
»“No entrará en esta ciudad
ni lanzará contra ella una sola flecha.
No se enfrentará a ella con escudos,
ni construirá contra ella una rampa de asalto.
Volverá por el mismo camino que vino;
¡en esta ciudad no entrará!”.
Yo, el SEÑOR, lo afirmo.
Por mi honor y por consideración a David mi siervo,
defenderé esta ciudad y la salvaré».
Entonces el ángel del SEÑOR salió y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio. A la mañana siguiente, cuando los demás se levantaron, allí estaban tendidos todos los cadáveres. Así que Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y se retiró. Volvió a Nínive y permaneció allí.
Pero un día, mientras adoraba en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Sarézer lo mataron a espada y escaparon a la tierra de Ararat. Y su hijo Esarjadón lo sucedió en el trono.