La multitud de todas las naciones que batallan contra Ariel,
todos los que luchan contra ella y contra su fortaleza,
aquellos que la asedian, serán como un sueño,
como una visión nocturna.
Como el hambriento que sueña que está comiendo,
pero despierta y aún tiene hambre;
como el sediento que sueña que está bebiendo,
pero despierta y la sed reseca su garganta.
Así sucederá con la multitud de todas las naciones
que luchan contra el monte Sión.
Pierdan el juicio, quédense pasmados,
pierdan la vista, quédense ciegos;
embriáguense, pero no con vino;
tambaléense, pero no por la cerveza.
El SEÑOR ha derramado sobre ustedes un espíritu de profundo sueño;
a los profetas les tapó los ojos,
a los visionarios les cubrió la cabeza.
Para ustedes, toda esta visión no es otra cosa que palabras en un rollo de pergamino sellado. Si dan el rollo a alguien que sepa leer y dicen: «Lea esto, por favor», este responderá: «No puedo hacerlo; está sellado». Si dan el rollo a alguien que no sepa leer y dicen: «Lea esto, por favor», este responderá: «No sé leer».
El Señor dice:
«Este pueblo se acerca a mí con la boca
y me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
Su adoración es solo un mandamiento humano
que le ha sido enseñado.
Por eso, una vez más asombraré a este pueblo
con prodigios maravillosos;
perecerá la sabiduría de sus sabios,
y se esfumará la inteligencia de sus inteligentes».
¡Ay! de los que, para esconder sus planes,
se ocultan del SEÑOR en las profundidades.
Cometen sus fechorías en la oscuridad y piensan:
«¿Quién nos ve? ¿Quién nos conoce?».
¡Qué manera de pervertir las cosas!
¿Acaso el alfarero es igual al barro?
¿Puede un objeto decir del que lo modeló:
«Él no me hizo»?
¿Puede una vasija decir de su alfarero:
«Él no entiende nada»?
Muy pronto el Líbano se convertirá en campo fértil,
y el campo fértil se convertirá en bosque.
En aquel día podrán los sordos oír la lectura del rollo,
y los ojos de los ciegos podrán ver
sin tinieblas ni oscuridad.
Los pobres volverán a alegrarse en el SEÑOR;
los más necesitados se regocijarán en el Santo de Israel.
Se desvanecerán los violentos,
desaparecerán los insolentes,
y serán exterminados todos los que se desvelan para hacer el mal:
los que con una palabra hacen culpable a una persona,
los que en el tribunal ponen trampas al defensor
y con engaños perjudican al inocente.
Por eso, el SEÑOR, el redentor de Abraham, dice así a los descendientes de Jacob:
«Jacob ya no será avergonzado
ni palidecerá su rostro.
Cuando él vea a sus hijos
y la obra de mis manos en medio de él,
todos ellos santificarán mi nombre;
santificarán al Santo de Jacob
y temerán al Dios de Israel.
Los de espíritu extraviado recibirán entendimiento
y los murmuradores aceptarán ser instruidos».