¡Ay, Ariel, Ariel, ciudad donde acampó David! Añadan a un año otro año más y que prosiga el ciclo de las fiestas. Pero a Ariel la sitiaré; habrá llanto y lamento, y será para mí como un brasero del altar. Acamparé contra ti, te rodearé; te cercaré con empalizadas y levantaré contra ti torres de asedio. Humillada, desde el suelo elevarás tu voz; tu palabra apenas se levantará del polvo. Saldrá tu voz de la tierra como si fuera la de un fantasma; tu palabra, desde el polvo, apenas será un susurro. Pero la multitud de tus enemigos quedará hecha polvo fino, y la multitud de violentos será como la paja que se lleva el viento. De repente, en un instante, vendrá contra ti el SEÑOR de los Ejércitos; vendrá con truenos, terremotos y gran estruendo; vendrá con una violenta tormenta y con devoradoras llamas de fuego. La multitud de todas las naciones que batallan contra Ariel, todos los que luchan contra ella y contra su fortaleza, aquellos que la asedian, serán como un sueño, como una visión nocturna. Como el hambriento que sueña que está comiendo, pero despierta y aún tiene hambre; como el sediento que sueña que está bebiendo, pero despierta y la sed reseca su garganta. Así sucederá con la multitud de todas las naciones que luchan contra el monte Sión.
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