Al de carácter firme
lo guardarás en perfecta paz,
porque en ti confía.
Confíen en el SEÑOR para siempre,
porque el SEÑOR, el SEÑOR mismo, es la Roca eterna.
Él hace caer a los que habitan en lo alto
y humilla a la ciudad enaltecida:
la abate hasta dejarla por el suelo,
la derriba hasta dejarla hecha polvo.
¡Los pobres y los desvalidos
la pisotean con sus propios pies!».
La senda del justo es recta;
tú, que eres íntegro, allanas su camino.
Sí, en ti esperamos, SEÑOR,
y en la senda de tus juicios;
tu nombre y tu memoria
son el deseo de nuestra vida.
Todo mi ser te desea por las noches;
por la mañana mi espíritu te busca.
Pues, cuando tus juicios llegan a la tierra,
los habitantes del mundo aprenden lo que es justicia.
Aunque al malvado se le tenga compasión,
no aprende lo que es justicia;
en tierra de rectitud actúa con iniquidad
y no reconoce la majestad del SEÑOR.
Levantada está, SEÑOR, tu mano,
pero ellos no la ven.
¡Que vean tu celo por el pueblo y sean avergonzados;
que sean consumidos por el fuego destinado a tus enemigos!
SEÑOR, tú estableces la paz en favor nuestro,
porque tú eres quien realiza todas nuestras obras.
SEÑOR y Dios nuestro,
otros señores nos han gobernado,
pero solo a tu nombre damos honra.
Ya están muertos y no revivirán;
ya son sombras y no se levantarán.
Tú los has castigado y destruido;
has hecho que perezca su memoria.
Tú, SEÑOR, has engrandecido a la nación;
la has engrandecido y te has glorificado;
has extendido las fronteras de todo el país.
SEÑOR, en la angustia te buscaron;
apenas lograban susurrar una oración
cuando tú los corregías.
SEÑOR, nosotros estuvimos ante ti
como cuando una mujer embarazada
se retuerce y grita de dolor
al momento de dar a luz.
Concebimos, nos retorcimos,
pero dimos a luz tan solo viento.
No trajimos salvación a la tierra
ni nacieron los habitantes del mundo.
Pero tus muertos vivirán;
sus cadáveres volverán a la vida.
¡Despierten y griten de alegría,
moradores del polvo!
Porque tu rocío es como el rocío de la mañana
y la tierra devolverá sus muertos.
¡Anda, pueblo mío, entra en tus habitaciones
y cierra tus puertas tras de ti;
escóndete por un momento,
hasta que pase la ira!
¡Estén alerta!
El SEÑOR va a salir de su morada
para castigar la maldad de los habitantes de la tierra.
La tierra pondrá al descubierto la sangre derramada;
ya no ocultará a sus muertos.