Han llegado los días del castigo, han llegado los días de la retribución. ¡Que lo sepa Israel! Es tan grande tu maldad y tan intensa tu hostilidad, que al profeta se le tiene por necio, y al hombre inspirado, por loco. El profeta, junto con mi Dios, es el centinela de Efraín, pero enfrenta trampas en todos sus caminos, y hostilidad en la casa de su Dios. Han llegado al colmo de la corrupción, como en los días de Guibeá; ¡pero Dios se acordará de sus maldades y los castigará por sus pecados! «Cuando encontré a Israel, fue como hallar uvas en el desierto; cuando vi a sus antepasados, fue como ver los primeros frutos en la higuera. Pero ellos se fueron a Baal Peor y se entregaron a la vergüenza; ¡se volvieron tan detestables como el objeto de su amor! El esplendor de Efraín saldrá volando como un ave; no habrá más concepción ni embarazo ni nacimiento. Y aun cuando vean crecer a sus hijos, yo los arrebataré hasta que no quede ninguno. ¡Ay de ellos cuando los abandone! He visto a Efraín y a Tiro plantados en un lugar agradable. Pero Efraín entregará sus hijos al verdugo». Dales, SEÑOR… ¿qué les darás? ¡Dales vientres que aborten y pechos resecos! «Toda su maldad comenzó en Guilgal; allí comencé a aborrecerlos. Por causa de sus maldades, los expulsaré de mi casa. No los amaré más, pues todos sus líderes son rebeldes. Efraín se ha marchitado: su raíz se secó y no produce fruto. Aunque llegue a tener hijos, mataré el precioso fruto de su vientre». Como no lo obedecieron, mi Dios los rechazará; andarán errantes entre las naciones.
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