Jacob se acercó y lo besó. Cuando Isaac olió su ropa, lo bendijo con estas palabras: «El olor de mi hijo es como el de un campo bendecido por el SEÑOR. Que Dios te conceda el rocío del cielo; que de la riqueza de la tierra te dé grano y vino nuevo en abundancia. Que te sirvan los pueblos; que se postren ante ti las naciones. Que seas señor de tus hermanos; que se postren ante ti los hijos de tu madre. Maldito sea el que te maldiga y bendito el que te bendiga».
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