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Gálatas 4:6-24

Gálatas 4:6-24 NVI

Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡ Abba ! ¡Padre!». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero. Antes, cuando no conocían a Dios, ustedes eran esclavos de los que en realidad no son dioses. Pero ahora que conocen a Dios —o más bien que Dios los conoce a ustedes—, ¿cómo es que quieren regresar a esos principios ineficaces y sin valor? ¿Quieren volver a ser esclavos de ellos? ¡Ustedes siguen guardando los días, los meses, las estaciones y los años! Temo por ustedes, que tal vez me haya estado esforzando en vano. Hermanos, yo me he identificado con ustedes. Les suplico que ahora se identifiquen conmigo. No es que me hayan ofendido en algo. Como bien saben, la primera vez que les prediqué acerca de las buenas noticias fue debido a una enfermedad y, aunque esta fue una prueba para ustedes, no me trataron con desprecio ni desdén. Al contrario, me recibieron como a un ángel de Dios, como si se tratara de Cristo Jesús. Pues bien, ¿qué pasó con todo ese entusiasmo? Me consta que de haberles sido posible se habrían sacado los ojos para dármelos. ¡Y ahora resulta que por decirles la verdad me he vuelto su enemigo! Esos que muestran mucho interés por ganárselos a ustedes no abrigan buenas intenciones. Lo que quieren es alejarlos de nosotros para que se entreguen a ellos. Está bien mostrar interés, con tal de que ese interés sea bien intencionado y constante, y que no se manifieste solo cuando yo estoy con ustedes. Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes, ¡cómo quisiera estar ahora con ustedes y hablarles de otra manera, porque lo que están haciendo me tiene perplejo! Díganme, los que quieren estar bajo la Ley, ¿por qué no prestan atención a lo que la Ley misma dice? ¿Acaso no está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de la esclava y otro de la libre? El de la esclava nació por decisión humana, pero el de la libre nació en cumplimiento de una promesa. Ese relato puede interpretarse en sentido figurado: estas mujeres representan dos pactos. Uno, que es Agar, procede del monte Sinaí y tiene hijos que nacen para ser esclavos.