La palabra del SEÑOR vino a mí y me dijo:
«¿Hijo de hombre, la juzgarás tú? ¿Juzgarás a la ciudad sanguinaria? ¡Denúnciala por todas sus prácticas abominables! Adviértele que así dice el SEÑOR y Dios: “¡Ha llegado tu hora! ¡Ciudad que derramas sangre en tus calles y te contaminas fabricando ídolos! ¡Cómo provocas tu ruina! Te has hecho culpable por la sangre que has derramado, te has contaminado con los ídolos que has fabricado; has hecho que se avecine tu hora, ¡has llegado al final de tus años! Por eso te haré objeto de deshonra y de burla entre las naciones y los pueblos. Ciudad caótica y de mala fama, ¡gente de cerca y de lejos se burlará de ti!
»”Mira, ahí tienes a los príncipes de Israel, que en tus calles abusan del poder solo para derramar sangre. Tratan con desprecio a su padre y a su madre, oprimen al extranjero, explotan al huérfano y a la viuda. Menosprecian mis objetos sagrados, profanan mis sábados. En ti habita gente que con sus calumnias incita a derramar sangre; gente que come en los santuarios de los montes y que comete perversidades. Hay quienes deshonran la cama de su padre y obligan a la mujer a tener relaciones en su período de menstruación. Algunos cometen adulterio con la mujer de su prójimo, otros deshonran con lascivia a sus nueras y hasta hay quienes violan a su hermana, a la hija de su propio padre. También hay entre los tuyos quienes aceptan soborno para derramar sangre. Tú practicas la usura y cobras altísimos intereses; extorsionas a tu prójimo y te olvidas de mí, afirma el SEÑOR y Dios.
»”Pero yo voy a golpear mis manos en contra de las ganancias injustas que has acumulado, y en contra de la sangre que se ha derramado en tus calles. Y cuando yo te haga frente, ¿podrá resistir tu corazón y tendrán fuerza tus manos? Yo, el SEÑOR, lo he dicho y lo cumpliré. Te dispersaré entre las naciones, te esparciré entre los pueblos y pondré fin a tu inmundicia. Serás una deshonra frente a las naciones, pero sabrás que yo soy el SEÑOR”».
La palabra del SEÑOR vino a mí y me dijo: «Hijo de hombre, el pueblo de Israel se ha convertido para mí como la escoria del cobre y del estaño, del hierro y del plomo, que se queda en el horno. ¡Son como la escoria de la plata! Por eso, así dice el SEÑOR y Dios: “Como todos ustedes se han convertido en escoria, los voy a reunir en medio de Jerusalén. Así como la plata, el cobre, el hierro, el plomo y el estaño se juntan y se echan en el horno, y se atiza el fuego para fundirlos, así también yo, en mi ira, los juntaré a ustedes y los fundiré. Los amontonaré y atizaré contra ustedes el fuego de mi ira, los fundiré en medio de la ciudad. Así como se funde la plata en medio del horno, así serán fundidos ustedes en medio de la ciudad; entonces sabrán que yo, el SEÑOR, he derramado mi ira contra ustedes”».