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2 Reyes 18:1-16

2 Reyes 18:1-16 NVI

En el tercer año de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, Ezequías hijo de Acaz, rey de Judá, comenzó a reinar. Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar; reinó en Jerusalén veintinueve años. Su madre era Abí hija de Zacarías. Ezequías hizo lo que agrada al SEÑOR, pues en todo siguió el ejemplo de su antepasado David. Quitó los altares paganos, destrozó las piedras sagradas y quebró las imágenes de la diosa Aserá. Además, destruyó la serpiente de bronce que Moisés había hecho, pues los israelitas todavía le quemaban incienso, y la llamaban Nejustán. Ezequías puso su confianza en el SEÑOR, Dios de Israel. No hubo otro como él entre todos los reyes de Judá, ni antes ni después. Se mantuvo fiel al SEÑOR y no se apartó de él, sino que cumplió los mandamientos que el SEÑOR había dado a Moisés. El SEÑOR estaba con Ezequías, por eso tuvo éxito en todas sus empresas. Se rebeló contra el rey de Asiria y no se sometió a él. Y derrotó a los filisteos, tanto en las torres de vigilancia como en las ciudades fortificadas, hasta llegar a Gaza y sus alrededores. En el año cuarto del reinado de Ezequías, es decir, en el año séptimo del reinado de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, Salmanasar, rey de Asiria, marchó contra Samaria y la sitió. Al cabo de tres años logró conquistarla. Era el año sexto del reinado de Ezequías, es decir, el año noveno del reinado de Oseas, rey de Israel. El rey de Asiria deportó a los israelitas a Asiria y los estableció en Jalaj, en Gozán (que está junto al río Jabor) y en las ciudades de los medos. Esto sucedió porque no obedecieron al SEÑOR su Dios, sino que violaron su pacto. No cumplieron ni pusieron en práctica lo que Moisés, siervo del SEÑOR, les había ordenado. En el año catorce del reinado de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, atacó y tomó todas las ciudades fortificadas de Judá. Entonces Ezequías envió este mensaje al rey de Asiria, que se encontraba en Laquis: «He actuado mal. Si se retira, le pagaré cualquier tributo que me imponga». El rey de Asiria impuso a Ezequías, rey de Judá, un tributo de trescientos talentos de plata y treinta talentos de oro. Así que Ezequías entregó a Senaquerib toda la plata que había en el Templo del SEÑOR y en los tesoros del palacio real. Fue entonces cuando Ezequías, rey de Judá, quitó a las puertas y los quiciales del Templo del SEÑOR el oro con que él mismo los había cubierto y se lo entregó al rey de Asiria.