Entonces Samuel tomó un frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Luego lo besó y dijo:
—¡Es el SEÑOR quien te ha ungido para que gobiernes a su pueblo! Hoy mismo, cuando te alejes de mí y llegues a Selsa, en el territorio de Benjamín, cerca de la tumba de Raquel verás a dos hombres. Ellos te dirán: “Ya encontramos las burras que andabas buscando. Pero tu padre ya no piensa en las burras, sino que ahora está preocupado por ustedes y se pregunta: ‘¿Qué puedo hacer para encontrar a mi hijo?’ ”.
»Más adelante, cuando llegues al gran árbol de Tabor, te encontrarás con tres hombres que se dirigen a Betel para adorar a Dios. Uno de ellos lleva tres cabritos; otro, tres panes; y el otro, un odre de vino. Después de saludarte, te entregarán dos panes. Acéptalos.
»De ahí llegarás a Guibeá de Dios, donde hay una guarnición filistea. Al entrar en la ciudad te encontrarás con un grupo de profetas que bajan del santuario. Vendrán profetizando, precedidos por músicos que tocan liras, panderos, flautas y arpas. Entonces el Espíritu del SEÑOR vendrá sobre ti con poder, y tú profetizarás con ellos y serás una nueva persona. Cuando se cumplan estas señales que has recibido, podrás hacer todo lo que esté a tu alcance, pues Dios estará contigo.
»Baja luego a Guilgal antes que yo. Allí me reuniré contigo para ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión y, cuando llegue, te diré lo que tienes que hacer. Pero tú debes esperarme siete días».
Cuando Saúl se dio vuelta para alejarse de Samuel, Dios le cambió el corazón, y ese mismo día se cumplieron todas esas señales. En efecto, al llegar Saúl y su criado a Guibeá, un grupo de profetas salió a su encuentro. Entonces el Espíritu de Dios vino con poder sobre Saúl, quien comenzó a profetizar con ellos. Los que desde antes lo conocían, al verlo profetizar junto con los profetas, se preguntaban unos a otros:
—¿Qué le pasa a Saúl, hijo de Quis? ¿Acaso él también es uno de los profetas?
Alguien que vivía allí respondió:
—¿Y quién es el responsable de ellos?
De ahí viene el dicho: «¿Acaso también Saúl es uno de los profetas?».
Cuando Saúl acabó de profetizar, subió al santuario. Su tío preguntó a él y a su criado:
—¿Y ustedes dónde estaban?
—Andábamos buscando las burras —respondió Saúl—; pero como no dábamos con ellas, fuimos a ver a Samuel.
—Cuéntame lo que les dijo Samuel —pidió el tío de Saúl.
—Nos aseguró que ya habían encontrado las burras.
Sin embargo, Saúl no contó a su tío lo que Samuel había dicho acerca del reino.