Nos marchitamos bajo tu enojo; tu furia nos abruma. Despliegas nuestros pecados delante de ti —nuestros pecados secretos— y los ves todos. Vivimos la vida bajo tu ira, y terminamos nuestros años con un gemido. ¡Setenta son los años que se nos conceden! Algunos incluso llegan a ochenta. Pero hasta los mejores años se llenan de dolor y de problemas; pronto desaparecen, y volamos. ¿Quién puede comprender el poder de tu enojo? Tu ira es tan imponente como el temor que mereces. Enséñanos a entender la brevedad de la vida, para que crezcamos en sabiduría. ¡Oh SEÑOR, vuelve a nosotros! ¿Hasta cuándo tardarás? ¡Compadécete de tus siervos! Sácianos cada mañana con tu amor inagotable, para que cantemos de alegría hasta el final de nuestra vida. ¡Danos alegría en proporción a nuestro sufrimiento anterior! Compensa los años malos con bien. Permite que tus siervos te veamos obrar otra vez, que nuestros hijos vean tu gloria. Y que el Señor nuestro Dios nos dé su aprobación y haga que nuestros esfuerzos prosperen. Sí, ¡haz que nuestros esfuerzos prosperen!
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