Nos has rechazado, oh Dios, y quebraste nuestras defensas. Te enojaste con nosotros; ahora, restáuranos al gozo de tu favor. Sacudiste nuestra tierra y la abriste en dos. Sella las grietas, porque la tierra tiembla. Has sido muy estricto con nosotros; nos hiciste beber de un vino que nos dejó tambaleantes. Pero has levantado un estandarte para los que te temen: un punto de reunión en medio del ataque. Interludio Rescata ahora a tu pueblo amado; respóndenos y sálvanos con tu poder. Por su santidad, Dios ha prometido: «Dividiré a Siquem con alegría y mediré el valle de Sucot. Galaad es mío, y también Manasés. Efraín, mi casco, producirá mis guerreros, y Judá, mi cetro, producirá mis reyes. Pero Moab, mi lavamanos, se convertirá en mi siervo, y sobre Edom me limpiaré los pies y gritaré triunfante sobre Filistea». ¿Quién me llevará a la ciudad fortificada? ¿Quién me dará la victoria sobre Edom? ¿Nos has rechazado, oh Dios? ¿Ya no marcharás junto a nuestros ejércitos? Por favor, ayúdanos contra nuestros enemigos, porque toda la ayuda humana es inútil. Con la ayuda de Dios, haremos cosas poderosas, pues él pisoteará a nuestros enemigos.
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