Escucha mi oración, oh Dios; ¡no pases por alto mi grito de auxilio! Por favor, escúchame y respóndeme, porque las dificultades me abruman. Mis enemigos me gritan; me lanzan perversas amenazas a viva voz. Me cargan de problemas y con rabia me persiguen. Mi corazón late en el pecho con fuerza; me asalta el terror de la muerte. El miedo y el temblor me abruman, y no puedo dejar de temblar. Si tan solo tuviera alas como una paloma, ¡me iría volando y descansaría! Volaría muy lejos, a la tranquilidad del desierto. Interludio Qué rápido me escaparía, lejos de esta furiosa tormenta de odio. Confúndelos, Señor, y frustra sus planes, porque veo violencia y conflicto en la ciudad. Día y noche patrullan sus murallas para cuidarla de invasores, pero el verdadero peligro es la maldad que hay dentro de la ciudad. Todo se viene abajo; las amenazas y el engaño abundan por las calles.
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