¡No! Oh pueblo, el SEÑOR te ha dicho lo que es bueno, y lo que él exige de ti: que hagas lo que es correcto, que ames la compasión y que camines humildemente con tu Dios. ¡Si son sabios, teman al SEÑOR! Su voz llama a todos en Jerusalén: «Los ejércitos de destrucción se acercan; el SEÑOR los envía. ¿Qué puedo decir de las casas de los perversos que se llenaron de riquezas obtenidas con estafa? ¿Qué de la práctica repugnante de pesar el grano con medidas falsas? ¿Cómo podré tolerar a tus mercaderes que usan balanzas y pesas adulteradas? Los ricos entre ustedes llegaron a tener mucho dinero mediante la extorsión y la violencia. Tus habitantes están tan acostumbrados a mentir que su lengua ya no puede decir la verdad. »¡Por lo tanto, yo te heriré! Te dejaré en la ruina a causa de todos tus pecados. Comerás pero no quedarás satisfecho. Las punzadas de hambre y el vacío de tu estómago no cesarán. Aunque intentes ahorrar dinero, al final no te quedará nada. Guardarás un poco, pero se lo daré a tus conquistadores. Sembrarás pero no cosecharás. Prensarás tus aceitunas, pero no obtendrás aceite suficiente para ungirte. Pisarás las uvas, pero no conseguirás sacarles jugo para hacer vino.
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