Los discípulos de Juan el Bautista le contaron todo lo que Jesús hacía. Entonces Juan llamó a dos de sus discípulos y los envió al Señor para que le preguntaran: «¿Eres tú el Mesías a quien hemos esperado o debemos seguir buscando a otro?». Los dos discípulos de Juan encontraron a Jesús y le dijeron: «Juan el Bautista nos envió a preguntarte: “¿Eres tú el Mesías a quien hemos esperado o debemos seguir buscando a otro?”». En ese preciso momento Jesús sanó a muchas personas de enfermedades, dolencias, y expulsó espíritus malignos y le devolvió la vista a muchos ciegos. Luego les dijo a los discípulos de Juan: «Regresen a Juan y cuéntenle lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos caminan bien, los que tienen lepra son curados, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les predica la Buena Noticia». Y agregó: «Dios bendice a los que no se apartan por causa de mí». Después de que los discípulos de Juan se fueron, Jesús comenzó a hablar acerca de él a las multitudes. «¿A qué clase de hombre fueron a ver al desierto? ¿Acaso era una caña débil sacudida por la más leve brisa? ¿O esperaban ver a un hombre vestido con ropa costosa? No, la gente que usa ropa elegante y vive rodeada de lujos se encuentra en los palacios. ¿Buscaban a un profeta? Así es, y él es más que un profeta. Juan es el hombre al que se refieren las Escrituras cuando dicen: “Mira, envío a mi mensajero por anticipado, y él preparará el camino delante de ti”. Les digo que de todos los hombres que han vivido, nadie es superior a Juan. Sin embargo, hasta la persona más insignificante en el reino de Dios es superior a él». Cuando oyeron esto, todos —hasta los cobradores de impuestos— coincidieron en que el camino de Dios era el correcto, porque fueron bautizados por Juan; pero los fariseos y los expertos en la ley religiosa no aceptaron el plan de Dios para ellos, porque rechazaron el bautismo de Juan. «¿Con qué puedo comparar a la gente de esta generación? —preguntó Jesús—. ¿Cómo los puedo describir? Se parecen a los niños que juegan en la plaza. Se quejan ante sus amigos: “Tocamos canciones de bodas, y no bailaron; entonces tocamos cantos fúnebres, y no lloraron”. Pues Juan el Bautista no pasaba el tiempo comiendo pan y bebiendo vino, y ustedes dicen: “Está poseído por un demonio”. El Hijo del Hombre, por su parte, festeja y bebe, y ustedes dicen: “Es un glotón y un borracho, ¡y es amigo de cobradores de impuestos y de otros pecadores!”. Pero la sabiduría demuestra estar en lo cierto por la vida de quienes la siguen».
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