Entonces Jonás oró al SEÑOR su Dios desde el interior del pez y dijo: «En mi gran aflicción clamé al SEÑOR y él me respondió. Desde la tierra de los muertos te llamé, ¡y tú, SEÑOR, me escuchaste! Me arrojaste a las profundidades del mar y me hundí en el corazón del océano. Las poderosas aguas me envolvieron; tus salvajes y tempestuosas olas me cubrieron. Entonces dije: “Oh SEÑOR, me has expulsado de tu presencia; aun así volveré a mirar hacia tu santo templo”. »Me hundí bajo las olas y las aguas se cerraron sobre mí; las algas se enredaban en mi cabeza. Me hundí hasta las raíces de las montañas. Me quedé preso en la tierra, cuyas puertas se cierran para siempre. Pero tú, oh SEÑOR mi Dios, ¡me arrebataste de las garras de la muerte! Cuando la vida se me escapaba, recordé al SEÑOR. Elevé mi oración sincera hacia ti en tu santo templo. Los que rinden culto a dioses falsos le dan la espalda a todas las misericordias de Dios. Pero yo te ofreceré sacrificios con cantos de alabanza, y cumpliré todas mis promesas. Pues mi salvación viene solo del SEÑOR».
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