»Si yo diera testimonio en mi propio favor, mi testimonio no sería válido; pero hay otro que también da testimonio de mí, y les aseguro que todo lo que dice acerca de mí es verdad. De hecho, ustedes enviaron a sus hombres para que escucharan a Juan el Bautista, y el testimonio que él dio acerca de mí fue cierto. Por supuesto, no necesito testigos humanos, pero digo estas cosas para que ustedes sean salvos. Juan era como una lámpara que ardía y brillaba, y ustedes se entusiasmaron con su mensaje durante un tiempo; pero yo tengo un testigo aún más importante que Juan: mis enseñanzas y mis milagros. El Padre me dio estas obras para que yo las realizara, y ellas prueban que él me envió. El Padre mismo, quien me envió, ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han oído su voz ni lo han visto cara a cara, y no tienen su mensaje en el corazón, porque no creen en mí, que soy a quien el Padre les ha enviado.
»Ustedes estudian las Escrituras a fondo porque piensan que ellas les dan vida eterna. ¡Pero las Escrituras me señalan a mí! Sin embargo, ustedes se niegan a venir a mí para recibir esa vida.
»La aprobación de ustedes no significa nada para mí, porque sé que no tienen el amor de Dios adentro. Yo he venido en nombre de mi Padre, y ustedes me han rechazado. Sin embargo, si otros vienen en su propio nombre, ustedes los reciben con gusto. ¡Con razón les cuesta creer! Pues a ustedes les encanta honrarse unos a otros, pero no les importa la honra que proviene del único que es Dios.
»Sin embargo, no soy yo quien los acusará ante el Padre. ¡Moisés los acusará! Sí, Moisés, en quien ustedes han puesto su esperanza. Si en verdad le creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque él escribió acerca de mí; pero como no creen en lo que él escribió, ¿cómo creerán lo que yo digo?».