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Juan 19:13-37

Juan 19:13-37 NTV

Cuando dijeron eso, Pilato llevó de nuevo a Jesús ante el pueblo. Entonces Pilato se sentó en el tribunal, en la plataforma llamada el Empedrado (en hebreo, Gabata). Ya era el día de preparación para la Pascua, cerca del mediodía. Y Pilato dijo al pueblo: «¡Miren, aquí tienen a su rey!». «¡Llévatelo! ¡Llévatelo! —gritaban—. ¡Crucifícalo!». —¿Cómo dicen? ¿Que yo crucifique a su rey? —preguntó Pilato. —No tenemos otro rey más que el César —le contestaron a gritos los principales sacerdotes. Entonces Pilato les entregó a Jesús para que lo crucificaran. Así que se llevaron a Jesús. Él, cargando su propia cruz, fue al sitio llamado Lugar de la Calavera (en hebreo, Gólgota). Allí lo clavaron en la cruz. También crucificaron a otros dos con él, uno a cada lado, y a Jesús, en medio. Y Pilato colocó un letrero sobre la cruz, que decía: «Jesús de Nazaret, el Rey de los judíos». El lugar donde crucificaron a Jesús estaba cerca de la ciudad, y el letrero estaba escrito en hebreo, en latín y en griego, para que muchos pudieran leerlo. Entonces los principales sacerdotes se opusieron y le dijeron a Pilato: —Cambia la inscripción “El Rey de los judíos” por una que diga “Él dijo: ‘Yo soy el Rey de los judíos’”. —No —respondió Pilato—. Lo que he escrito, escrito está y así quedará. Una vez que los soldados terminaron de crucificarlo, tomaron la ropa de Jesús y la dividieron en cuatro partes, una para cada uno de ellos. También tomaron la túnica, la cual no tenía costura y había sido tejida de arriba a abajo en una sola pieza. Así que dijeron: «En lugar de rasgarla, tiremos los dados para ver quién se la queda». Con eso se cumplió la Escritura que dice: «Se repartieron mi vestimenta entre ellos y tiraron los dados por mi ropa». Así que eso fue lo que hicieron. Estaban de pie junto a la cruz la madre de Jesús, la hermana de su madre, María la esposa de Cleofas y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre al lado del discípulo que él amaba, le dijo: «Apreciada mujer, ahí tienes a tu hijo». Y al discípulo le dijo: «Ahí tienes a tu madre». Y, a partir de entonces, ese discípulo la llevó a vivir a su casa. Jesús sabía que su misión ya había terminado y, para cumplir las Escrituras, dijo: «Tengo sed». Había allí una vasija de vino agrio, así que mojaron una esponja en el vino, la pusieron en una rama de hisopo y la acercaron a los labios de Jesús. Después de probar el vino, Jesús dijo: «¡Todo está cumplido!». Entonces inclinó la cabeza y entregó su espíritu. Era el día de preparación, y los líderes judíos no querían que los cuerpos permanecieran allí colgados el día siguiente, que era el día de descanso (y uno muy especial, porque era la semana de la Pascua). Entonces le pidieron a Pilato que mandara a quebrarles las piernas a los crucificados para apresurarles la muerte. Así podrían bajar los cuerpos. Entonces los soldados fueron y les quebraron las piernas a los dos hombres crucificados con Jesús. Cuando llegaron a Jesús, vieron que ya estaba muerto, así que no le quebraron las piernas. Sin embargo, uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y, de inmediato, salió sangre y agua. (La información anterior proviene de un testigo ocular que presenta un relato fiel. Él dice la verdad para que ustedes también continúen creyendo). Esas cosas sucedieron para que se cumplieran las Escrituras que dicen: «Ni uno de sus huesos será quebrado» y «Mirarán al que atravesaron».