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Jeremías 11:1-17

Jeremías 11:1-17 NTV

El SEÑOR le dio otro mensaje a Jeremías y dijo: —Recuérdales a los habitantes de Judá y de Jerusalén las condiciones de mi pacto con ellos. Diles: “Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: ‘¡Maldito todo el que no obedece las condiciones de mi pacto! Pues cuando los saqué de ese horno de fundir hierro que es Egipto, les dije a sus antepasados: “Si me obedecen y hacen todo lo que les mando, serán mi pueblo y yo seré su Dios”. Esto les dije para poder cumplir mi promesa a sus antepasados de darles a ustedes una tierra donde fluyen la leche y la miel, la tierra que hoy habitan’”. Entonces respondí: —¡Amén, SEÑOR! Que así sea. Después el SEÑOR dijo: —Proclama este mensaje en las calles de Jerusalén. Ve de ciudad en ciudad por toda la tierra y anuncia: “Recuerden el antiguo pacto y hagan todo lo que exige. Pues les advertí solemnemente a sus antepasados cuando los saqué de Egipto: ‘¡Obedézcanme!’. He repetido esta advertencia una y otra vez hasta el día de hoy; pero sus antepasados no escucharon y ni siquiera prestaron atención, sino que se pusieron tercos y siguieron sus propios malos deseos. Y debido a que se negaron a obedecer, traje sobre ellos todas las maldiciones descritas en este pacto”. El SEÑOR me habló una vez más y dijo: «Descubrí una conspiración contra mí entre los habitantes de Judá y Jerusalén. Han vuelto a los pecados de sus antepasados. Se han negado a escucharme y rinden culto a otros dioses. Israel y Judá han roto el pacto que hice con sus antepasados. Por lo tanto, esto dice el SEÑOR: traeré calamidad sobre ellos y no habrá escapatoria posible. Aunque supliquen misericordia, no escucharé sus ruegos. Entonces los habitantes de Judá y Jerusalén clamarán a sus ídolos y quemarán incienso ante ellos. ¡Pero los ídolos no los salvarán cuando caiga el desastre! Miren ahora, gente de Judá: ustedes tienen tantos dioses como ciudades. Tienen tantos altares vergonzosos —altares para quemar incienso a su dios Baal— como calles hay en Jerusalén. »Jeremías, no ores más por este pueblo. No llores ni pidas por ellos porque yo no los escucharé cuando clamen a mí en su angustia. »¿Qué derecho tiene mi amado pueblo de ir a mi templo cuando ha cometido tantas inmoralidades? ¿Acaso sus votos y sacrificios pueden evitar su destrucción? ¡En realidad se alegran en hacer lo malo! Yo, el SEÑOR, antes los llamaba olivo frondoso, hermoso a la vista y lleno de buen fruto. Pero ahora he enviado el furor de sus enemigos para quemarlos con fuego y dejarlos carbonizados y quebrantados. »Yo, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, el que plantó ese olivo, he ordenado que lo destruyan. Pues los pueblos de Israel y de Judá han hecho lo malo, y despertaron mi enojo al quemar incienso a Baal».